FESTEJO DE LOS 50 AÑOS
Por David R. Lorenzo
Por David R. Lorenzo
(ESPECIAL PARA AVE)
Fue un festejo poco común, pero muy divertido. La celebración de los 50 años de edad de un grupo de amigos de infancia que nacieron o se criaron en el mismo barrio, en este caso el Ensanche Espaillat, ocurrida el sábado 3 de mayo del 2008, fue un acontecimiento un tanto histórico.
Aquí hubo de todo. Lo primero fue una persistente lluvia que comenzó en horas de la tarde y continuó en forma incesante en la noche, tratando de arruinar la celebración. La lluvia cayó pese a que sabía que la actividad se iba a realizar, porque se había anunciado con tiempo suficiente, pero decidió ignorar ese hecho, y estar presente, porque no quiso quedarse.
Cuando llegué a las 7:00 de la noche. Me dirigí con una sombrilla al Colmado Rossy, ubicado la calle B esquina 10, donde se celebraría. En el lugar había pocas personas, pero globos inflados de diferentes colores daban la bienvenida y anunciaban que allí algo se iba a celebrar.
Retrocedí y volví a otro colmado, el de la calle 10 esquina C, o Jimaní, el más tradicional, que fue propiedad de Anselmo, y que fue siempre el preferido de todos. En esa esquina nos parábamos todos los días los “tigueritos” del barrio, a hablar de lo que sea, pero nunca de drogas y de asaltos, ni ninguna otra cosa horripilante de moda hoy en día.
Andaba con mi esposa, Rosita, quien frente a la fría noche, decidió visitar a su mamá, cerca del lugar. Se fue en el carro y me dejó solo en la esquina. Minutos después vi a Carlos Eusebio, a quien le llaman “Captura”, nombre que le fue puesto hace más de 30 años por el parecido a uno de los personajes de unos muñequitos de la época llamado “Torax”, el que tenía el ombligo Gigante, pero que pese a que a lo primero peleaba por el nombre, ahora no le disgusta, es más, creo que le agrada.
Llamé a Captura, quien es el contador del barrio, y por supuesto el tesorero de la Asociación de Amigos y Vecinos del Espaillat (AVE), que agrupa a los que éramos los mismos “tigueritos” y ahora “viejebos”, y nos fuimos a su casa a hablar cosas.
Posteriormente regresé al colmado Rossy. La lluvia insistía en caer, pese a los pedidos que hacíamos de que por favor parara, pero no nos hacía caso. La gente comenzó a llegar, pero como estamos en la acera, cobijados por el toldo del negocio ya casi no cabíamos sentados. En eso llegó el ingeniero Juan Js. García, a quien le decíamos “Tato”, y su hermano mayor que él, Félix, a quien llamamos “Topí”.
Como 15 minutos después, al ver que la lluvia caía y estábamos muy apretados, el ingeniero “Tato”, exclamo ¡dónde está la lona! ¡Dónde está la lona! Instantes después apareció la lona debidamente empacada. “Tato” inmediatamente diseño mentalmente unos planos, y junto a un grupo de voluntarios, se subieron en el colmado y con sogas en manos, comenzaron a poner la lona desde el comercio hasta el otro lado de la acera, lo que permitía que una gran cantidad de invitados pudieran colocarse en la calle B, sin mojarse.
Pero, luego de ese gran esfuerzo y coger lucha, la lluvia caprichosa como siempre, de repente dejó de caer y se fue para siempre. Oí que dijo: Si no voy a mojar a nadie, mejor me voy. Así fue como siguieron llegando los invitados en forma masiva. Captura me dijo que habían alquilado un “Disco Light”, pero que no sabía por qué no había llegado. Entonces me dije, quizás le pagaron poco, pero si no llega, se ahorrarán esos chelitos. Frente a la falta del discoligth, uno de los invitados atravesó su yipeta en medio de la calle, encendió su radio con potentes altoparlantes y comenzó la música, a todo dar.
Esta música había sido seleccionada. Los organizadores querían solo merengues y otros ritmos de los 70 y de los 80, para recordarnos nuestros tiempos. Nada nuevo, ni mucho menos “reguetones”, porque eso no existía en esa época.
Comenzó la fiesta, muchos bailes y bebedera de cervezas. Algunos de los “muchachos”, ya un poco aristocratizados, compraron whisky. En un pedazo de la calle 10, se agruparon “Los Merceditas”, llamados también la “Familia Astro”, que siempre fueron los más numerosos, porque son como 9 hermanos, y ahora con los esposos, esposas, hijos y nietos constituyen una verdadera “legión”. Los Merceditas eran dirigidos por Inocencia, a quien le decíamos “Censa”.
Fueron notorios los bailes del “Loro”, a quien creía que era el más pariguayo de Los Mercedistas, pero por el buen baile y los movimientos de cintura, parece que ya no le es.
El ingeniero Fausto Ramón Emilio Jiménez Hiches y Brazobán, mejor conocido como “Milo”, estaba contento junto a su esposa. Me dijo con mucho orgullo, “¡esta noche es la primera vez que me ven bailar en el Espaillat!”. Junto con Milo estaba su hermana Clara.
Comandando el grupo de los padres, hoy abuelos y bisabuelos estaba “Nito”, papá de Milo y Clara. Con su acostumbrado sombrero y buen porte, luce todavía “un muchacho”. Este se mantuvo conversador, pero no bailó. También estaba Nereyda, la madre de Cecilia, Carlitos el Dido y Rosita, quien también lucía como si estuviera dentro del grupo de los 50.
Yo con mi cámara digital recogía todas las incidencias. Milo también me dijo: “tírale una foto a Tato bailando, porque eso también es histórico”.
Aunque la fiesta fue algo cerrada, porque era dizque para unos 8 que cumplían 50 años. Algunos que pasamos de 50, como yo, que cumplí 51, no le hicimos caso a esa limitación y nos incluimos, sin permiso de los organizadores en ese festejo.
Dentro del grupo que pasamos de los 50 estaba Censa, Diómedes el hijo de Persio y hermano de Marilyn y Moreno, al que le decíamos “Puá”; Manuel, el hermano de Captura y yo.
Como festejado e invitado proveniente de La Florida , estaba Frank, quien se pasó casi toda la noche “dándole muela” a Giselle, la sobrina de mi esposa. En un momento se desapareció por casi una hora y le pregunté que dónde estaba y me contestó rápidamente ¡Oh! Saludando, tú sabes que soy turista y tengo que ver a mi gente.
En medio de la fiesta llegó el dichoso “discolight”, y la fiesta se encendió aún más. La que más lo disfrutó fue “Bienva”, la hermana de Duarte, quien a todas luces tiene problemas en la “Azotea”, es decir, en el cráneo. Esta llegó vestida con una corta minifalda y una blusita, que enseñaba toda la barriga. Bailó, bailó y bailó sola casi toda la noche. Al parecer nadie se dignaba en acompañarla a bailar, hasta que apareció un joven que me dijo que se llamaba “Tito Contry”, que no sé si era por los tragos que estaba tomando, pero me lució que no estaba muy bien de “la torre”, y agarró a Bienva y comenzó a Bailar con ella. Parece que le encantó “su belleza” o los rítmicos movimientos de cintura que hacía.
En ese momento alguien exclamó “¡por fin la loca encontró a su pareja! Quizás haya hasta boda”.
En medio de la fiesta llegó Miguel León. Sí ese mismo, el magnate de la banca deportiva, a quien le dicen Miguelón, pero no sé por qué le pusimos “Nerón”. Este fue el dichoso del barrio. Casi nunca perdía en los juegos cuando jugamos cartas, es decir 3 y 2. Sabía irse a tiempo cuanto estaba ganando y no se dejaba llevar por la pasión. Lo mismo sucedió cuando comenzó a jugar pelota de grandes ligas. Creí que iba a ser pelotero y que llegaría a las Grandes Ligas, porque jugaba muy bien.
Cuando llegó Nerón la primera que lo persiguió y lo accedió fue Bienva, no sé si porque es buen mozo, o porque la loca huele de lejo el dinero. Miguelón compartió con muchos pero no bailó. Estaba esperando ese momento también histórico, pero no se produjo.
Miguelo, el hermano de Chichí y Juancito, estaba en el lugar y dentro de los festejados, pero me aclaró que él sigue siendo un “niño”, porque todavía no había cumplido los 50, pero que de todas maneras lo celebraba anticipadamente. Junto a Miguelo estaba su hermano menor Eduardito junto a su familia.
Luís Medina Boyer, el del linaje, por ser descendiente del ex presidente de Haití, Juan Pedro Boyer, y quizás su heredero, aunque no le sepa, estaba con su esposa, y sus hijas. También en su mesa cargaban un niño de meses, pero no pregunté si era su nieto. Medina quien es el jurisconsulto del barrio, y quien también en su juventud era un buen jugador de pelota, bailó hasta más no poder.
Kiko, el esposo de Cecilia tomaba abundantes cervezas y Juan Pablo, refinaba el ambiente, bebiendo un buen whisky. Faltaron muchas mujeres que cumplían 50 o más. Algunas no fueron para que no le recordaran su edad. En representación de ellas estaba Cecilia, que luce muy bien y disfrutó la fiesta y Chavela
Lulú, el hermano de Frank, se pasó toda la noche tocando con dos maracas. Me pregunté si eso era un signo de frustración porque quiso ser músico. Al final también Vi a Frank cuando le arrebató las maracas a su hermano menor y comenzó a tocar. Entonces me dije. Ah bueno, es que ellos llevan la música por dentro.
San Digno, el emperador de los sellos gomígrafos, el hermano de Felo y Lucho, representó a esa familia. Estuvo junto a su esposa y como de costumbre, muy simpático.
Uno de los momentos más emocionantes fue cuando desde el discolight se pusieron fragmentos de música de la vieja ola, como “La vida es una tómbola”, “El Cacharrito”, “El Club del Clan” y “Bulebú”, entre otras.
Llegó el momento estelar, el biscocho fue traído y los cumpleañeros Miguelón, Fausto, Cecilia, Félix, Juan, Frank, Medina, Captura, Digno, Kilo, Digno, Chavela y Andrés se colocaron alrededor de él. Captura se afanaba para que todos tomaran una copa de lujo adquiridas para la ocasión, las cuales fueron llenadas de champagne.
Los que nos colocamos entre el grupo de los 50 también nos tiramos fotos y brindamos, como el que no quiere la cosa. Captura y sus ayudantes brindaron una sopa de pescado, dizque por si algunos de los festejados estaba un poco flojo. También se brindó el bizcocho.
De inmediato se formó un Comité para celebrar los 100 años, cuya presidencia cayó en mí. Captura me dijo, yo no me quiero quedar fuera del Comité. Entonces le dije: Vamos a comenzar a trabajar temprano para que sea extraordinario, porque no creo vayamos a poder festejar los 150.
Decidimos que el Consorcio de bancas Miguel Sport patrocine la celebración de los 100 años. Pues como ya saben, dentro de 50 años, como dice Ricardo Arjona, nos veremos ese día, “a la misma hora y en el mismo lugar”. ¡Que no falte nadie!
Fue un festejo poco común, pero muy divertido. La celebración de los 50 años de edad de un grupo de amigos de infancia que nacieron o se criaron en el mismo barrio, en este caso el Ensanche Espaillat, ocurrida el sábado 3 de mayo del 2008, fue un acontecimiento un tanto histórico.
Aquí hubo de todo. Lo primero fue una persistente lluvia que comenzó en horas de la tarde y continuó en forma incesante en la noche, tratando de arruinar la celebración. La lluvia cayó pese a que sabía que la actividad se iba a realizar, porque se había anunciado con tiempo suficiente, pero decidió ignorar ese hecho, y estar presente, porque no quiso quedarse.
Cuando llegué a las 7:00 de la noche. Me dirigí con una sombrilla al Colmado Rossy, ubicado la calle B esquina 10, donde se celebraría. En el lugar había pocas personas, pero globos inflados de diferentes colores daban la bienvenida y anunciaban que allí algo se iba a celebrar.
Retrocedí y volví a otro colmado, el de la calle 10 esquina C, o Jimaní, el más tradicional, que fue propiedad de Anselmo, y que fue siempre el preferido de todos. En esa esquina nos parábamos todos los días los “tigueritos” del barrio, a hablar de lo que sea, pero nunca de drogas y de asaltos, ni ninguna otra cosa horripilante de moda hoy en día.
Andaba con mi esposa, Rosita, quien frente a la fría noche, decidió visitar a su mamá, cerca del lugar. Se fue en el carro y me dejó solo en la esquina. Minutos después vi a Carlos Eusebio, a quien le llaman “Captura”, nombre que le fue puesto hace más de 30 años por el parecido a uno de los personajes de unos muñequitos de la época llamado “Torax”, el que tenía el ombligo Gigante, pero que pese a que a lo primero peleaba por el nombre, ahora no le disgusta, es más, creo que le agrada.
Llamé a Captura, quien es el contador del barrio, y por supuesto el tesorero de la Asociación de Amigos y Vecinos del Espaillat (AVE), que agrupa a los que éramos los mismos “tigueritos” y ahora “viejebos”, y nos fuimos a su casa a hablar cosas.
Posteriormente regresé al colmado Rossy. La lluvia insistía en caer, pese a los pedidos que hacíamos de que por favor parara, pero no nos hacía caso. La gente comenzó a llegar, pero como estamos en la acera, cobijados por el toldo del negocio ya casi no cabíamos sentados. En eso llegó el ingeniero Juan Js. García, a quien le decíamos “Tato”, y su hermano mayor que él, Félix, a quien llamamos “Topí”.
Como 15 minutos después, al ver que la lluvia caía y estábamos muy apretados, el ingeniero “Tato”, exclamo ¡dónde está la lona! ¡Dónde está la lona! Instantes después apareció la lona debidamente empacada. “Tato” inmediatamente diseño mentalmente unos planos, y junto a un grupo de voluntarios, se subieron en el colmado y con sogas en manos, comenzaron a poner la lona desde el comercio hasta el otro lado de la acera, lo que permitía que una gran cantidad de invitados pudieran colocarse en la calle B, sin mojarse.
Pero, luego de ese gran esfuerzo y coger lucha, la lluvia caprichosa como siempre, de repente dejó de caer y se fue para siempre. Oí que dijo: Si no voy a mojar a nadie, mejor me voy. Así fue como siguieron llegando los invitados en forma masiva. Captura me dijo que habían alquilado un “Disco Light”, pero que no sabía por qué no había llegado. Entonces me dije, quizás le pagaron poco, pero si no llega, se ahorrarán esos chelitos. Frente a la falta del discoligth, uno de los invitados atravesó su yipeta en medio de la calle, encendió su radio con potentes altoparlantes y comenzó la música, a todo dar.
Esta música había sido seleccionada. Los organizadores querían solo merengues y otros ritmos de los 70 y de los 80, para recordarnos nuestros tiempos. Nada nuevo, ni mucho menos “reguetones”, porque eso no existía en esa época.
Comenzó la fiesta, muchos bailes y bebedera de cervezas. Algunos de los “muchachos”, ya un poco aristocratizados, compraron whisky. En un pedazo de la calle 10, se agruparon “Los Merceditas”, llamados también la “Familia Astro”, que siempre fueron los más numerosos, porque son como 9 hermanos, y ahora con los esposos, esposas, hijos y nietos constituyen una verdadera “legión”. Los Merceditas eran dirigidos por Inocencia, a quien le decíamos “Censa”.
Fueron notorios los bailes del “Loro”, a quien creía que era el más pariguayo de Los Mercedistas, pero por el buen baile y los movimientos de cintura, parece que ya no le es.
El ingeniero Fausto Ramón Emilio Jiménez Hiches y Brazobán, mejor conocido como “Milo”, estaba contento junto a su esposa. Me dijo con mucho orgullo, “¡esta noche es la primera vez que me ven bailar en el Espaillat!”. Junto con Milo estaba su hermana Clara.
Comandando el grupo de los padres, hoy abuelos y bisabuelos estaba “Nito”, papá de Milo y Clara. Con su acostumbrado sombrero y buen porte, luce todavía “un muchacho”. Este se mantuvo conversador, pero no bailó. También estaba Nereyda, la madre de Cecilia, Carlitos el Dido y Rosita, quien también lucía como si estuviera dentro del grupo de los 50.
Yo con mi cámara digital recogía todas las incidencias. Milo también me dijo: “tírale una foto a Tato bailando, porque eso también es histórico”.
Aunque la fiesta fue algo cerrada, porque era dizque para unos 8 que cumplían 50 años. Algunos que pasamos de 50, como yo, que cumplí 51, no le hicimos caso a esa limitación y nos incluimos, sin permiso de los organizadores en ese festejo.
Dentro del grupo que pasamos de los 50 estaba Censa, Diómedes el hijo de Persio y hermano de Marilyn y Moreno, al que le decíamos “Puá”; Manuel, el hermano de Captura y yo.
Como festejado e invitado proveniente de La Florida , estaba Frank, quien se pasó casi toda la noche “dándole muela” a Giselle, la sobrina de mi esposa. En un momento se desapareció por casi una hora y le pregunté que dónde estaba y me contestó rápidamente ¡Oh! Saludando, tú sabes que soy turista y tengo que ver a mi gente.
En medio de la fiesta llegó el dichoso “discolight”, y la fiesta se encendió aún más. La que más lo disfrutó fue “Bienva”, la hermana de Duarte, quien a todas luces tiene problemas en la “Azotea”, es decir, en el cráneo. Esta llegó vestida con una corta minifalda y una blusita, que enseñaba toda la barriga. Bailó, bailó y bailó sola casi toda la noche. Al parecer nadie se dignaba en acompañarla a bailar, hasta que apareció un joven que me dijo que se llamaba “Tito Contry”, que no sé si era por los tragos que estaba tomando, pero me lució que no estaba muy bien de “la torre”, y agarró a Bienva y comenzó a Bailar con ella. Parece que le encantó “su belleza” o los rítmicos movimientos de cintura que hacía.
En ese momento alguien exclamó “¡por fin la loca encontró a su pareja! Quizás haya hasta boda”.
En medio de la fiesta llegó Miguel León. Sí ese mismo, el magnate de la banca deportiva, a quien le dicen Miguelón, pero no sé por qué le pusimos “Nerón”. Este fue el dichoso del barrio. Casi nunca perdía en los juegos cuando jugamos cartas, es decir 3 y 2. Sabía irse a tiempo cuanto estaba ganando y no se dejaba llevar por la pasión. Lo mismo sucedió cuando comenzó a jugar pelota de grandes ligas. Creí que iba a ser pelotero y que llegaría a las Grandes Ligas, porque jugaba muy bien.
Cuando llegó Nerón la primera que lo persiguió y lo accedió fue Bienva, no sé si porque es buen mozo, o porque la loca huele de lejo el dinero. Miguelón compartió con muchos pero no bailó. Estaba esperando ese momento también histórico, pero no se produjo.
Miguelo, el hermano de Chichí y Juancito, estaba en el lugar y dentro de los festejados, pero me aclaró que él sigue siendo un “niño”, porque todavía no había cumplido los 50, pero que de todas maneras lo celebraba anticipadamente. Junto a Miguelo estaba su hermano menor Eduardito junto a su familia.
Luís Medina Boyer, el del linaje, por ser descendiente del ex presidente de Haití, Juan Pedro Boyer, y quizás su heredero, aunque no le sepa, estaba con su esposa, y sus hijas. También en su mesa cargaban un niño de meses, pero no pregunté si era su nieto. Medina quien es el jurisconsulto del barrio, y quien también en su juventud era un buen jugador de pelota, bailó hasta más no poder.
Kiko, el esposo de Cecilia tomaba abundantes cervezas y Juan Pablo, refinaba el ambiente, bebiendo un buen whisky. Faltaron muchas mujeres que cumplían 50 o más. Algunas no fueron para que no le recordaran su edad. En representación de ellas estaba Cecilia, que luce muy bien y disfrutó la fiesta y Chavela
Lulú, el hermano de Frank, se pasó toda la noche tocando con dos maracas. Me pregunté si eso era un signo de frustración porque quiso ser músico. Al final también Vi a Frank cuando le arrebató las maracas a su hermano menor y comenzó a tocar. Entonces me dije. Ah bueno, es que ellos llevan la música por dentro.
San Digno, el emperador de los sellos gomígrafos, el hermano de Felo y Lucho, representó a esa familia. Estuvo junto a su esposa y como de costumbre, muy simpático.
Uno de los momentos más emocionantes fue cuando desde el discolight se pusieron fragmentos de música de la vieja ola, como “La vida es una tómbola”, “El Cacharrito”, “El Club del Clan” y “Bulebú”, entre otras.
Llegó el momento estelar, el biscocho fue traído y los cumpleañeros Miguelón, Fausto, Cecilia, Félix, Juan, Frank, Medina, Captura, Digno, Kilo, Digno, Chavela y Andrés se colocaron alrededor de él. Captura se afanaba para que todos tomaran una copa de lujo adquiridas para la ocasión, las cuales fueron llenadas de champagne.
Los que nos colocamos entre el grupo de los 50 también nos tiramos fotos y brindamos, como el que no quiere la cosa. Captura y sus ayudantes brindaron una sopa de pescado, dizque por si algunos de los festejados estaba un poco flojo. También se brindó el bizcocho.
De inmediato se formó un Comité para celebrar los 100 años, cuya presidencia cayó en mí. Captura me dijo, yo no me quiero quedar fuera del Comité. Entonces le dije: Vamos a comenzar a trabajar temprano para que sea extraordinario, porque no creo vayamos a poder festejar los 150.
Decidimos que el Consorcio de bancas Miguel Sport patrocine la celebración de los 100 años. Pues como ya saben, dentro de 50 años, como dice Ricardo Arjona, nos veremos ese día, “a la misma hora y en el mismo lugar”. ¡Que no falte nadie!
(R) David R. Lorenzo
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