Buscar

miércoles, 30 de junio de 2010

Una Anécdota con Narciso González (Narcisazo)




Por Frank Henriquez

Empezaba a calentarse el verano de 1974 al ritmo de la temperatura política hervía en el país durante los sangrientos Doce Años del Dr. Balaguer.
En cada barrio existía, por lo menos, un Club Cultural y Deportivo, organizaciones que en su mayoría servían de catapulta política a las organizaciones de izquierda además de contribuir mucho con la cultura y el deporte barrial.
En esos años difíciles era socio del Club Jaragua, donde se reunían muchos “cabezas calientes” en su mayoría militantes del P.R. D.
Era el año de los “7 Días con El Pueblo” y el tercer periodo del Doctor Balaguer.
El Club Jaragua tenía actividades todos los fines de semana y a veces hasta diario, charlas, cantautores, torneos, etc.
Para una agenda que se avecinaba para el fin de semana se había decidido invitar al Profesor universitario Narciso González, mejor conocido como “Narcisazo” para dar una charla o conferencia en el local del Club Jaragua. Como la mayoría de los “compañeros” del club estaban “quemados” ante los ojos de la policía y los “chivatos” prefirieron tomar precauciones en cuanto a desplazarse lejos del barrio y evitar caer presos o desaparecidos.
Yo, con mas o menos 17 años y pesando menos de 80 libras (mojao) era el mas indicado en ir a la UASD para hacer contacto con Narcisazo. Esa misma tarde tomé la “Ruta 7” que pasaba por la calle 10, hoy mal llamada “Mutualismo” y me dirigí a El Alma Mater a buscar al profesor González. Al llegar a la UASD, preguntando llegue al llamado MCU donde debía estar Narciso. Seguí preguntando y alguien me señaló a otro profesor, el escritor Haffe Serulle que, por casualidad en esos momentos estaba casi terminando de leer su libro “Voy a matar al presidente” y que en esos momentos no se podía andar con un libro con ese titulo, ni en una guagua publica ni en un carro de concho, para no caer en un gancho. Me alegré cuando me dijeron ese es Haffe, habla con el. Lo saludé y le dije con mucha alegría que estaba leyendo su libro, comentario que el no le puso mucha importancia y me dio a entender que fuera al grano. Le dije a Haffe que venia en representación del Club Deportivo y Cultural Jaragua y que además venia de parte de “El Telépata” quien era amigo de Haffe y también integrante del Grupo de Teatro que dirigía Haffe. Le manifesté la necesidad que teníamos de invitar al Profesor Narciso González para que diera una charla o conferencia en nuestro Club. Inmediatamente el “compañero” Haffe me preguntó que, donde estaba la carta con timbre y todo y que además había que hacer la invitación, por lo menos, un mes antes, y en el momento en que yo hablaba con el dramaturgo Serulle faltaban solamente 4 días para ese inseguro evento. Axial es, mi amigo, me dijo Haffe, traiga la carta al MCU y con mucho tiempo de antelación, porque Narciso está muy ocupado. El dirigente “izquierdista” me dio la mano y se despidió.


En ese momento me sentí decepcionado y lo primero que me vino a la mente fue, no terminar de leer el libro de Haffe. Lo segundo que hice fue acercarme a un “Friero” que se encontraba al otro lado de la acera y, como el que llega a una barra amargado y pide un trago, le dije al Friero “dame uno de Melao”. Y no conforme con lo que me había pasado con Haffe y quizás presintiendo o adivinando su falso izquierdismo, le pregunté al vendedor de Frió Frió si conocía a Narcisazo y me dijo “y quien no conoce a ese hombre?” “por que me preguntas?” me dijo el Friero. Es que quiero conocerlo para invitarlo a una actividad y me dijeron que el no está por aquí y que además es un hombre muy ocupado. Pero el está ahí, yo lo vi. ahorita entrar, me dijo el hombre. Y como si fuera algo del destino o el misterio de las casualidades en ese momento, el Friero me dice “ah, muchacho, pero ahí viene el hombre que estas buscando y me lo señaló cuando salía de una de las puertas del famoso “MCU” o Movimiento Cultural Universitario.


Inmediatamente, con cierta timidez, que no la hice notar, lo llamé “Señor Narciso”, Dígame, que se le ofrece. Me presenté como representante del Club Jaragua y le manifesté el interés que teníamos de que el fuera a darnos una charla al Club, pero le hice saber que entendía que no seria posible por lo que su “amigo y compañero” Haffe Serulle me había dicho y le explique que era en el fin de semana. Me quedé pasmado cuando Narciso me dijo, “eso no es así” “yo no trabajo con burocracias” “dime el día y la hora y los “cualtos” del “concho”. Ese viernes Don Narciso González llegó puntual antes de las 7 de la noche al local del Club a dar su charla sobre Cultura Popular. Narciso era un hombre de pueblo y era realmente un Compañero.
A pesar de haber leído tanto sobre el “Revisionismo”, fue con la experiencia de Haffe que supe lo que era un verdadero revisionista.
Con la experiencia de conocer a Narciso aprendí que, aunque sean escasos, existen los verdaderos revolucionarios.



Era el 26 de mayo del 1994 cuando el doctor Narciso González Medina, de 52 años, fue visto por última vez. González, mejor conocido como “Narcisazo”, desapareció luego de que estuviera en la noche en un cine de la avenida Duarte.
Como si se lo hubiera tragado la tierra, se desconoce su paradero a pesar de que sus familiares, amigos y las propias autoridades han movido hasta cielo y mar en busca suya.

Vida activa en la UASD

González era una figura muy conocida en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), en donde fue catedrático de la facultad de Humanidades y en la cual estuvo siempre haciendo vida diaria y participando, desde muy joven, en movimientos revolucionarios.

Se dice que el mote de “Narcisazo” le fue endilgado por el dirigente de izquierda Amaury Germán Aristy. Este, precisamente, fue el pseudónimo que utilizó en la década de los 70 en el periódico La Noticia para publicar una columna de sátira política denominada “El Pueblo Se Queja en Verso”, la cual fue muy popular por sus frecuentes y punzantes críticas al régimen de Joaquín Balaguer.

Su desaparición se produjo justo un día después de que, en una asamblea de profesores de la UASD, hiciera fuertes críticas al entonces Presidente y a jefes militares y otros funcionarios de su entorno. En ese momento había tensión política debido a que el principal partido de oposición, el Revolucionario Dominicano (PRD), denunciaba un fraude en las elecciones que habían sido celebradas hacía diez días.

Un discurso y un artículo

En su discurso Narciso acusó a funcionarios civiles y militares de ser los “corresponsables y beneficiarios” del fraude electoral, y exigió a las autoridades y profesores de la UASD “una actitud de compromiso con los intereses del pueblo”.

Días antes, había publicado en una revista que se editaba en Nagua, denominada “La Muralla”, un artículo titulado “Diez pruebas que demuestran que Balaguer es lo más perverso que ha surgido en América”. En esa publicación definió al entonces gobernante como “asesino, delincuente, inmoral, pandillero, tramposo, maquiavélico, miserable, cínico, dañino, corrupto, alevoso, servil y pervertidor”.

Al momento de su desaparición Narciso, de 52 años, vivía en la calle Luis Reyes Acosta número 305 del sector Villa María, en Santo Domingo. Estaba casado con la profesora Luz Altagracia Ramírez González (Taty), de 43 años, con la cual había procreado cuatro hijos: Amaury, Ernesto, Rhina y Jennie.

Sus familiares afirman que él se levantó a la hora habitual y se marchó poco después de las 9 de la mañana.

Narciso era amante de las apuestas hípicas. Versiones señalan que luego de salir de su casa el 26 de mayo fue visto alrededor de las 10 de la mañana en una agencia de la calle Peña Batlle donde tomó un programa de caballos. Posteriormente visitó la UASD y en la tarde fue visto por una señora que vendía café en el hipódromo Perla Antillana, que entonces estaba donde está ahora la Plaza de la Salud.

El 28 de mayo del 1994, dos días después, la esposa dió parte de la desaparición a la Policía, la cual junto a familiares y amigos de Narciso visitaron hospitales, clínicas, recintos policiales, cárceles, parques, el hipódromo Perla Antillana, la UASD y otros lugares, sin obtener resultados positivos.

Entonces, surgió la versión de que Narciso había sido secuestrado por militares. Ni los familiares del desaparecido ni la Policía han precisado nunca de dónde provino la misma. Han dicho y sostienen que la desaparición de éste fue una consecuencia del discurso y el artículo.

Primera querella y José Israel Cuello

El 26 de mayo del 1995, un año después, familiares de González depositaron en el Juzgado de Instrucción de la Séptima Circunscripción del Distrito Nacional una querella con constitución en parte civil en la que responsablemente señalaron que “el día de la desaparición estuvo como a las 2:30 de la tarde en el hipódromo Perla Antillana y los señores José Luís de León Sánchez y Dionisio Patiño Infante afirmaron haberle visto entrar en la noche al cine Doble, ubicado en la avenida Duarte, y salir alrededor de las 11:00”.

Indica la querella que “por diferentes fuentes se ha informado que el doctor Narciso González, alrededor de las 12:00 de la noche del día 26 de mayo, fue introducido por hombres con armas de fuego, de aspecto militar, frente al local del Centro de Otorrinolaringología, ubicado en la calle 27 de febrero casi esquina Leopoldo Navarro, en la jeepeta Mitsubishi Montero azul, cuya placa es la número O-11172”.

Agrega: “Varias personas de reconocida trayectoria pública, regularmente bien informadas, entre las que se puede mencionar al ingeniero José Rafael Cuello, en los días posteriores a la desaparición del doctor Narciso González, aseveraron por radio y televisión que éste fue detenido por el J-2, siendo llevado a la Secretaría de las Fuerzas Armadas donde fue torturado y posteriormente trasladado al destacamento de la Policía Nacional ubicado en la calle Bolívar esquina Rosa Duarte, negándose dicha dotación policial a recibirlo. De ahí lo trasladaron al Palacio de la Policía Nacional, donde tampoco lo reciben en razón del deterioro físico en que se encontraba, siendo durante el retorno cuando se produce su deceso, siempre conforme al testimonio de la fuente antes señalada”.

Señala que “lo que termina por confundir el carácter y naturaleza política de la desaparición del doctor Narciso González así como el hecho de que la misma procedió del Gobierno o de funcionarios o personajes vinculados a éste, lo aporta la actitud ineficiente, timorata y cómplice de la Policía Nacional en lo que respecta a la investigación de este hecho criminal”.

Indica que “la Policía Nacional, tan eficiente y perpicaz en la persecución de determinadas infracciones, en este caso no se molestó en investigar a ninguna de las personas y funcionarios que en los días precedentes había señalado por su nombre el doctor González como los responsables de la situación que en ese momento consternaba a la nación dominicana”.

Balaguer lo dió por muerto

Los familiares de Narciso González concluyeron recomendando que fueran investigadas las personas que fueron nombradas por él en la revista y en el discurso, es decir, “Manuel Guarda Liranzo, Aníbal Páez, Juan José Arteaga, Rafael Bello Andino, Ramón Pérez Martínez” asi como las que eran jefes de la Policía, la Fuerza Aérea y el Ejército al momento de la desaparición del Profesor. También el capitán de corbeta Luis Rafael Lee Ballester, el exraso Miguel E. Bonilla Faña, el exmayor Viriato Alcides Brito Pillier así como los nombrados Manuel Vanegas, Claudio de los Santos, el mayor Olimpo Cuevas Acosta y el coronel piloto Reyes Bencosme. Ademés, que fueran procuradas las declaraciones del doctor Joaquín Balaguer quien dijo públicamente que éste era “un crimen difícil de resolver” en momentos en que aún no se daba por muerto al doctor Narciso González.

lunes, 28 de junio de 2010

Yolanda Guzman







Antitrujillista, conspiró contra el gobierno defacto de 1963 y terminó siendo una mártir de la Revolución de Abril de 1965.

Por Angela Peña

La calle Yolanda Guzmán, tan larga, transitada y ancha, contrasta con la situación de estrechez y miseria en que pasa sus días la madre y los hermanos de la mártir de abril de 1965. Doña Beatriz, quien trajo al mundo a esa muchacha activa, militante y sensible en La Bomba de Jaiba, de San Francisco de Macorís, producto de una unión con Carlos María Paulino Fernández, sólo ha recibido incontables dolores desde que su hija fue fusilada en Mata Redonda, entre Guanuma y La Victoria, por una patrulla del Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA), apenas diez días después de iniciada la revuelta.

Entonces estaba embarazada de Milagros, pero la noticia de la muerte de Yolanda, el destino incierto de su cadáver y las condiciones en que vio sus restos en la morgue dos meses después de la masacre, sacudieron a tal extremo sus sentimientos que la criatura nació retrasada mental y hoy, con treinta y siete años, se comporta como una niña detenida en la infancia. La bautizaron con ese nombre porque nació, pese a tantos padecimientos.

Otra hija, Dámaris, padece los efectos de un derrame cerebral. Inmóvil en silla de ruedas, sin voz ni control de su organismo, llora con amargura patética al escuchar narrar la historia de su triste condición.

La propia señora cae en sollozos cuando muestra sus piernas vendadas, hinchadas por la falta de circulación, la incurable erisipela y el reciente desempleo de su hija Carmen Esther, despedida de la Secretaría de Agricultura "cuando era el único sostén de esta casa".

Viven modestamente en la misma calle Yolanda Guzmán, la única de la relación de doña Beatriz con Paulino Fernández pues luego casó con Miguel Solano, que falleció hace dieciocho años y con quien procreó otros nueve hijos: Florencia, Daniel, Dámaris, Carmen Esther, Samuel, Ruth Miguelina, Milagros y Ezequiel.

De la vida personal de Yolanda se tenían pocas noticias. Las escasas notas consignadas en diccionarios y enciclopedias sólo dan cuenta de su actuación en la contienda de abril y de su muerte prematura. En diarios de 1965, el único sobreviviente de seis que fueron alcanzados por miembros del ejército, Narciso Román Taveras, ofreció los detalles del apresamiento y posterior muerte. El testimonio fue reproducido por HOY en 1997. Al margen de sus relatos no se sabía de la existencia de esta familia sencilla que idolatra a la mártir y que cuenta su historia de luchas junto al obrero, a líderes políticos, a militares constitucionalistas. No se conocía foto suya ni descripción de su fisonomía. Gracias a un primo residente en Miami, el comandante Miguel Paulino, se lograron contactos en Santo Domingo que hicieron posible la ubicación de los parientes de Yolanda.

Enviudó joven

Yolanda nació el ocho de julio de 1943. Doña Beatriz la dejó en el campo con sus padres, Enemencio Guzmán Luna y María Jacinta Bautista y vino a la capital en 1944 a trabajar como doméstica. La trajo en 1946. "Yo la crié a ella lavando, planchando, haciendo arepa y vendiendo mabí", cuenta la doña. La inquieta joven estudió en la escuela Julia Molina (hoy Uruguay) y en el Liceo México (Estados Unidos). En 1962 casó con Rafael Andrés García y procrearon una niña, Ruth Elizabeth, que murió a los siete meses de nacida. El esposo, quien trabajó como Inspector de la Presidencia en el gobierno de Juan Bosch, falleció de un ataque cardíaco el doce de septiembre de 1963.

Desde entonces, Yolanda, que en su soltería frecuentaba el club social y cultural Juan Pablo Duarte, comenzó a luchar en favor del obrero y posteriormente se uniría a las voces que reclamaban el retorno a la constitucionalidad tras el Golpe de Estado contra el Presidente Juan Bosch.

"Desde muy pequeña mostró inclinación a la política, inspirada por mamá que era antitrujillista y escuchaba las emisoras clandestinas de Cuba", refiere Florencia, la hermana que acompañaba a Yolanda en sus pasatiempos juveniles y en las manifestaciones políticas. Doña Beatriz era su confidente, secretaria y auxiliar. A ella le contó los planes para el estallido de la revolución, le hacía encomiendas para los presos políticos que visitaba en La Victoria y la encargaba de preparar alimentos que llevaba a los comandos en armas.

Florencia afirma que el salvaje asesinato de las hermanas Mirabal, durante el trujillato, desató la indignación de su hermana, que juró entonces: "Me voy a dedicar a luchar, tenemos que liberarnos de este régimen". Agrega que "cuando el PRD llegó al país el cinco de julio de 1961, fue de las primeras en inscribirse en el Conde 13. Desde entonces fue activista, militante. Conoció a José Francisco Peña Gómez con quien juramentó los comités de Gualey y Las Cañitas. Participó en la marcha de las mujeres vestidas de negro protestando por el derrocamiento de Bosch, visitaba frecuentemente las cárceles, ayudaba a las madres solteras a conseguir máquinas de cocer, leche y pan para sus hijos".

Cuentan que don Manuel Fernández Mármol le obsequiaba jabón, azúcar y comida para pobres y encarcelados y que Peña Gómez llegó a convertirse en un miembro más de la familia. "Peña para mí era un hijo, me ayudó siempre, vino a esta casita hasta pocos días antes de su muerte. Si viviera no estaríamos pasando tantas penurias", comenta la sufrida doña Beatriz.

En la revolución

"Cuando Peña Gómez llamó al pueblo a lanzarse a las calles ella se sorprendió y dijo: "pero hoy no era, porque ella era parte del plan", narran doña Beatriz y la atenta Florencia que se afana en buscar antiguas fotos y documentos de Yolanda, peinar y asear a Dámaris, adecentar la vestimenta de la madre y de Milagros.

-¿Qué es lo que se trae Peña, porque el asunto no era hoy?- expresa que se preguntaba Yolanda, a la que habían encargado de la Zona Norte, para llevar comida a los comandos. "Dicen que ella andaba con un fusil, pero no podemos afirmarlo porque no la vimos", comentan.

Entre sollozos, doña Beatriz exclama: "Duró poco tiempo, me la mataron el dos de mayo. Unos plátanos con espaguetis y pollo que me había encargado cocinar para llevarlo al comando de la 17, lo boté el martes, cuando nos dieron la trágica noticia. Ese día dos, agregan, "se juramentaba Caamaño como presidente constitucionalista, ella salió para allá, cuando venía de regreso, en un jeep junto a Luis Reyes Acosta, José María Reyes Araujo, Rafael García Vásquez, Mario Taveras y su hermano Narciso, que sobrevivió, fueron interceptados en la esquina Marcos Adón con Pedro Livio Cedeño, por el CEFA. De ahí los llevaron a Transportación y luego a Mata Redonda, donde fueron fusilados. Trataron de sacar los cadáveres, aseguran, "pero a todas las ambulancias que se acercaban le disparaban y los pobladores los enterraron a flor de tierra hasta que una comisión de la OEA los desenterró y los llevó a la morgue del hospital Gautier", narran las señoras.

"Ya a los dos meses de muerta, le avisaron a mamá que fuera a identificarla. El doctor Tancredo Duluc dijo: ‘voy a buscar ese cadáver aunque me quiten la vida' y fuimos con una carta del Procurador Chalas Valdez", recuerda Florencia.

Doña Beatriz, sobrecogida aún por el impacto, acota: "Yo pensaba que iba a verla igualita y lo que encontré fueron sus huesos pelados, ni se le veían los cabellos. La velaron en la calle 16 de Agosto número 6, donde vivía el comandante constitucionalista Silvio Arzeno, y después una muchedumbre vestida de negro la enterró en el cementerio de la avenida Independencia".

La calle

El nueve de octubre de 1965 el Ayuntamiento de Santo Domingo acordó designar con el nombre de Yolanda Guzmán "la calle que desde la Eusebio Manzueta hacia el Sur se llamaba Manzana de Oro, y hacia el Norte El Progreso de Trujillo, en homenaje a la joven combatiente que dio su vida en aras de los ideales revolucionarios...".


Fuente: Ángela Peña/www.hoy.com.do

martes, 22 de junio de 2010

JULIO DE PEÑA VALDEZ Tres calles de Santo Domingo honran la memoria del extraordinario sindicalista y militante del movimiento revolucionario

POR ÁNGELA PEÑA

Desde que ingresó al Movimiento Revolucionario 14 de Junio para enfrentar las atrocidades de la dictadura de Rafael Trujillo, la vida de Julio de Peña Valdez estuvo caracterizada por la lucha a favor de los obreros y trabajadores.
Fue modelo de dignidad, integridad, solidaridad y firmeza que se mantuvo al lado de los más sufridos hasta sus últimos días en Cuba, donde recibía tratamiento médico para el cáncer pulmonar que no logró doblegar su espíritu resistente. En los pabellones del hospital Neumonológico Benéfico Jurídico de La Habana hacía labor de conmovido misionero que además de consuelo y ayuda material alertaba a los pacientes sobre el peligro de fumar.
No fue el cigarrillo, sin embargo, la causa del mal que lo llevó a la tumba. Sus familiares la atribuyen a los nueve meses que pasó en la solitaria subterránea del Palacio de la Policía Nacional, entonces dirigida por Enrique Pérez y Pérez. Estuvo desnudo, durmiendo sobre el piso helado con una funda de pan como almohada. Las encías se le infectaron hasta el dolor desesperante. Ese jueves 17 de septiembre de 1971, cuando le apresaron junto a Rafael Báez Pérez (Cocuyo), Moisés Blanco Genao, Edgar Erickson, Luis Sosa y Onelio Espaillat, miembros del Movimiento Popular Dominicano, llovía torrencialmente y el destacado dirigente estaba afectado de catarro. La humedad, falta de ventilación, alimento, medicina, sol, atención de salud, le provocaron una neumonía severa.
Aun en esas condiciones, el inquieto activista, de cuya muerte se cumplirán dos decenios el próximo martes, continuó durante cinco años de encierro la labor social y humana inherente a su temperamento sensible, solidario. Alfabetizaba a los encarcelados, ofrecía libros a los que sabían leer y escribir, los exhortaba a combatir, como él, las injusticias y la explotación laboral.
La vocación de ese ser generoso, combativo, que no detuvo el aprendizaje ni en las horas aciagas, late en el recuerdo de su esposa, Sarah Musa Tavárez, y de sus hijos Julio José y Thania. Aparte de las esporádicas visitas al estadio Quisqueya con el primogénito liceísta que sufría por tener que acompañarlo al palco del Escogido, del que el padre era fanático, y del cariño que profesaba a la pequeña, quedó grabada la que para su padre era la mejor diversión.
“Nos llevaba a Los Guandules, Las Cañitas, La Ciénaga, para que supiéramos como vivía la gente humilde. Él entendía que aunque no ricos, éramos privilegiados con relación a esa gente”, relata Julio José. “Quería que tuviéramos conciencia de cómo vivía la clase pobre”, acota Thania.
La hija agrega: “Era muy entregado a esa causa, no lo recuerdo tomándose días de esparcimiento, vivió con sus ideales hasta el último momento”. A causa de los allanamientos, persecuciones y encierros a de Peña Valdez, sobre todo durante los doce años de gobierno balaguerista y los cuatro de Salvador Jorge Blanco, refieren, doña Sarah decidió enviarlos a Montecristi, donde la abuela. Cuando tuvieron discernimiento los preparó para que se acostumbraran a la presencia policial en la vivienda, que irrumpía a cualquier hora y que llegó al extremo de aterrizar en helicóptero, una madrugada.
La compañera no registra en su mente momentos de paz. Julito, como le llamaban, era el máximo líder de la Central General de Trabajadores, de la que luego fue encargado de Educación. Pasó largos años en clandestinidad, en prisión, acosado, vigilado. La dama comprendía y apoyaba su ideal, porque ella también, confiesa, era una maestra decidida a la lucha por la educación. Se sacrificaba para no visitarlo en sus escondites y servir de anzuelo a las fuerzas represivas que lo buscaban.


















Julio Augusto de Peña Valdez nació en Montecristi, el 21 de septiembre de 1937, hijo de Julio José de Peña Kinipping y Eladia Valdez. En aquella ciudad conoció a Sarah, que había emigrado desde Puerto Plata, y enseguida se sintió atraído por la niña pero su admiración se vio interrumpida cuando el padre de Julito se trasladó a Santo Domingo donde el muchacho realizó su bachillerato en el Colegio Adventista. Sus primeros empleos, que compartió con los estudios, fueron en la Corporación Dominicana de Electricidad y en la Sociedad Industrial Dominicana (La Manicera)
Ya conocía a sus compueblanos Manolo Tavárez Justo, Rafael Enrique Socías, Julio César Valdez, “Totono” y otros jóvenes comprometidos con la oposición al régimen trujillista. Para evitar la vigilancia del Servicio de Inteligencia Militar, de Peña Valdez se exilió en Puerto Rico pero regresó tras el tiranicidio y casó con Sarah el cinco de julio de 1961. Continuó en las lides políticas del 1J4 junto a Tavárez Justo al que prepararía la resistencia urbana interna cuando éste se erigió en líder guerrillero en Manacla. Iría en un segundo alzamiento. El respaldo en la ciudad no se produjo y la segunda incursión a la montaña fracasó con el asesinato de Manolo después de haberse entregado.
Luego de destacadas actuaciones en históricas protestas contra el Triunvirato, al frente del Buró Obrero de esa agrupación, Julio de Peña se incorporó a la revolución de abril de 1965 fundando junto a Guido Gil el comando “La Comuna Obrera” y la “Escuela de Formación de Cuadros Sindicales”. Fue el principal organizador de la huelga de los trabajadores azucareros de diciembre de 1965 y de la de enero de 1966 en defensa de los militares constitucionalistas.
Su presencia inspiradora se hizo familiar en los ingenios Quisqueya, Río Haina, Barahona, Porvenir, Central Romana y Consuelo, donde ofreció una de sus últimas charlas. También adoctrinaba obreros en multinacionales, corporaciones y otras empresas, donde dejó formados sindicatos. Además de sus recorridos por el país realizaba continuos viajes para encuentros con líderes gremiales de otras naciones. Los últimos años de su vida, el reconocido dirigente obrero perteneció al Bloque Socialista.
Es probablemente el autor de la mayor cantidad de libros sobre la historia del sindicalismo en el país. Publicó: Breve historia del movimiento obrero, El movimiento sindical dominicano, Acuerdos y resoluciones del Tercer Congreso de la Central General de Trabajadores, Lineamientos, estatutos y reglamentos, Los trabajadores dominicanos y la austeridad económica, El Fondo Monetario Internacional, El costo de la vida, la situación del empleo y la libertad sindical, Diez años de lucha por la unidad y el bienestar de la clase.
“Llegaba a la casa por la noche y se acostaba entrada la madrugada escribiendo en una máquina Olimpia que conservamos”, cuentan los hijos y la esposa. “La preocupación principal de papá, y con ese deseo murió, era la unidad de la clase obrera y del movimiento sindical a nivel nacional”, manifiesta Julio José.
Julio de Peña Valdez falleció el 17 de septiembre de 1987.
Tres calles
El fervor que despertó en el pueblo ha motivado que al margen de la denominación oficial de una calle con su nombre en el ensanche Espaillat, moradores de Las Cañitas, Barrio Nuevo y Guaricano hayan designado vías a su memoria. El Ayuntamiento del Distrito Nacional bautizó “Julio de Peña Valdez”, en 1996, la antigua calle 8 del ensanche Espaillat que nace en la María viuda de la Cruz (Doña Chucha) y termina en la 35 Este del barrio 24 de Abril.
Además de estos homenajes fueron inaugurados como “Julio de Peña Valdez” el salón de actos del Instituto Dominicano de Seguros Sociales y la cátedra de Derecho Laboral Extracurricular y una plaza en la facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
Fuente: Periodico Hoy hoy.com

lunes, 21 de junio de 2010

EL ENSANCHE ESPAILLAT Y LA IGLESIA. EN LOS SETENTA (1970) Y OCHENTA (1980).




Telón de Fondo.


Por: Leo Theuwissen.
Orgullo del Espaillat (Padre Leo)



Para entender los quehaceres/acontecimientos de la Iglesia Católica entre 1970 y 1980 en el Ensanche Espaillat es aconsejable conocer un poco el contexto global de aquella época: el telón de fondo. El pueblo dominicano es “eminentemente católico”, decía un ilustre Presidente, Joaquín Balaguer, quién con esos piropos mantenía y aprovechó una buena relación con la Jerarquía de esa Iglesia. Supo usarla para mantenerse en el poder, manipularla para sus fines y para lavarse las manos manchadas de sangre de patriotas y disidentes. La aceptación general de la religión Católica en el país, no solo se debe a la vigencia o aceptación de su mensaje fundacional, o por la forzosa imposición en tiempo de la colonia, siglos atrás, sino también a la estrategia pastoral y a la fuerte estructura administrativa de esa Iglesia. En otras palabras: a su fortaleza institucional. Como cada institución humana la Iglesia tiene sus fuerzas y sus debilidades. Pero como buena organización ella misma se revisa, escucha a sus críticos y se reforma de vez en cuando. Al tratarse de una institución de tal magnitud la reforma o revisión es lenta, trabajosa y suelo surgir sólo cuando se desbordan fuertes anomalías entre la práctica y la doctrina proclamada.

Habían surgido duras críticas a la intransigencia y rigidez doctrinal de la Iglesia Católica a nivel mundial a partir del el desarrollo industrial y la exagerada explotación del hombre por los dueños de los medios de producción. Otras críticas surgieron a partir de la injusticia sistemática y la espantosa pobreza de millones de personas en áreas rurales. Poderosos sectores, carentes de piedad, explotaban los humildes pobladores bajo la sombra de la Jerarquía de la Iglesia que “ ni pio” decía. Habían surgido movimientos de sacerdotes “obreros” que se identificaban en fábricas y favelas con los “oprimidos” de la moderna industria y que reclamaban sus derechos y iniciaron la búsqueda de un mundo más justo. Otros sacerdotes, por desesperación con la lentitud del actuar de la Iglesia Oficial, creían que la única vía del cambio era la lucha armada. Por diversos lados y continentes surgían clamores de inconformidad con los excesos de devociones y prédicas no relevantes para la vida de la época. Una reforma de la tradicional Iglesia parecía urgente.


El pontífice o Papa, jefe de la Iglesia Romana y Apostólica, Juan XXIII, iniciaría el proceso de reforma de la Iglesia Católica . Fomentó la Unidad de los Cristianos y acogió en Roma de los supremos jerarcas de cuatro Iglesias protestantes, abriendo la ola del “eucumenismo”. Su pontificado abrió nuevas perspectivas a la vida de la Iglesia y, aunque no se dieron cambios radicales en la estructura eclesiástica, promovió una renovación profunda de las ideas y las actitudes.


Su propósito fue: poner al día la Iglesia, adecuar su mensaje a los tiempos modernos enmendando pasados yerros y afrontando los nuevos problemas humanos, económicos y sociales. Para conseguirlo, Juan XXIII dotó a la comunidad cristiana de dos herramientas extraordinarias: las encíclicas Mater et Magistra y Pacem in terris.


En la primera explicitaba las bases de un orden económico centrado en los valores del hombre y en la atención de las necesidades, hablando claramente del concepto "socialización" y abriendo para los católicos las puertas de la intervención en unas estructuras socioeconómicas que debían ser cada vez más justas

En los años siguientes se invirtieron a nivel mundial, enormes recursos para lograr la reforma o renovación de la religión-Iglesia Católica. La máxima autoridad lo había anunciado en 1959 y presidió la reunión llamada: Segundo Concilio del Vaticano. El Papa Juan XXIII decía en esa ocasión sus célebres palabras : “ya era hora de abrir las ventanas de la vieja Iglesia para que entren aires frescas”. Este evento de reflexión y estudio duró más de tres años. Su labor fue continuada por Pablo VI, sucesor de ese Papa.


El “espíritu innovador” expresado en los documentos del Segundo Concilio del Vaticano, encontró eco en América Latina. En Medellín de Colombia, se celebró en 1968 una importante Conferencia del CELAM (todos los obispos de los países de America Latina). Los líderes de la Iglesia trataban de adaptar las directrices del Vaticano a la realidad de America Latina. Una de las líneas más importantes de este evento fue el reconocimiento de que la injusticia que afectaba millones de humildes creyentes era pecaminosa y contradictoria con el mensaje de Cristo; otra que debían de abrirse más hacia otras y otras formas de iglesias, porque Vaticano había reconocido que “fuera de la Iglesia” visible podía haber cristianismo y salvación.


La institución Iglesia de America Latina, bajo el impulso de la Conferencia de Medellin, organizaba cursos, cursillos, estudios bíblicos para ilustrar y educar a sus miembros, seglares y clero en los principios y teorías que sostenían la renovación. La realidad latinoamericana se presentaba como un nuevo desafío a pastores y obispos. ¿Podrían las comunidades católicas ser nuevamente “levadura en la masa” como lo fueron las primeras comunidades cristianas en el imperio Romano? Durante los 10 años entre 1968 y 1979 se experimentaban los cambios en todo el continente. Diez años más tarde el CELAM hizo su III Conferencia en Puebla, México (1979) en la que asumió tímidamente una opción “preferencial por los pobres y por la juventud”. Dos años de reflexión y estudios terminaron en febrero de 1979, con un formal documento guía para la renovación de la Iglesia en América Latina.



República Dominicana, Santo Domingo y El Ensanche Espaillat
En la geografía nacional y en los barrios de la “parte alta de la ciudad” de Santo Domingo vivimos aun hoy, muchas personas testigos de esta revoltosa década. A las dificultades a nivel político se unían también los cambios a nivel religioso y de Iglesia. Era para la Iglesia Católica Dominicana una década de tensión, búsqueda y polarización.
La religiosidad tradicional y devocional sufrió una crisis y dudas sobre toda forma de innovación. “Quitaron los santos de la iglesia, se acabó nuestra fe, ya no tenemos a quien rezar”. La renovación deseada por Juan XXIII no marchaba del todo sobre ruedas, buscaba formas aun no inventadas de “ser iglesia”.

En algunas áreas rurales así como en barrios de la capital surgieron iniciativas nuevas para actualizar la labor “pastoral de la Iglesia”. Cada vez más religiosos y religiosas comenzaron a trabajar con familias que vivían en extrema pobreza en el campo. Fomentaban la organización campesina, la defensa de sus derechos y una reforma o el reclamo por una re-distribución de la tierra. Exigían el pago justo de los productos de su trabajo. La prensa en esos años reportaba iniciativas revolucionarias en Cevicos de Cotui y en Nisibón del Este: problemas con los curas de allá y de acá. La Liga agraria cristiana, y los sindicatos Cristianos eran protagonistas en el campo y en la ciudad de honestos esfuerzos de renovación . La Iglesia Dominicana trataba de canalizar su compromiso con el pueblo “oprimido” a través de los centros de catequesis y de promoción humana e integral existentes en toda la geografía nacional.


Paralelamente en la ciudad, conocimos más de cerca unas iniciativas que nunca olvidamos : En los barrios de Espaillat, Guachupita y Simon Bolivar, la renovación de la iglesia tomó cuerpo palpable en iniciativas de diferentes congregaciones de religiosos. Equipos de sacerdotes, y más tarde de religiosas, con la anuencia de los obispos, iniciaron “nuevas parroquias”. La planificación de la Pastoral de Conjunto, había sugerido a los Obispos subdividir antiguas parroquias en territorios más pequeñas y más manejables del punto de vista administrativa y pastoral. La futura parroquia del Espaillat estaba dibujada en un mapa del Arzobispado como una de las tantas subdivisiones de la vieja y extensa parroquia de Santa Ana de Gualey. Debía de cubrir el territorio comprendido entre La Central, la 17 (Padre Castellanos) desde la Barney Morgan hasta la 14. A esa parroquia correspondía en la lista la número 42 y le tocaba como patrono el Santo Tomás Apóstol (como constaba en la leyenda al pie de ese mapa). Así estaba todo “planificado” en las oficinas del Arzobispado de Santo Domingo.

Las ideas del “Concilio del Vaticano II” y de la II Conferencia de Medellín, dieron pie a “nuevas formas” para comenzar “parroquias”. A diferencia de tiempos pasados, estas nuevas parroquias NO comenzaron con el desalojo de decenas o cientos de familias con la fuerza pública para construir templos, no utilizaban “la colaboración” del gobierno ni de “los Vicini”, alegados dueños de estos terrenos. No iniciaron con la construcción de un templo, casa curial, conventos o colegios como había sido la costumbre en las diócesis desde tiempos inmemorables. En esta nueva forma se consideraba que “construir iglesia” se hacia con la semilla de hermandad y el vínculo de la fe en Cristo Jesús. Cuando decían “ser levadura en la masa” o “compartir con el pueblo de Dios”, entendieron que tenían que despojarse de símbolos de poder y de lujo, de ventajas y de privilegios. Que su accionar sería en base a las fuerzas de la fe de las comunidades de creyentes y no de sus alianzas con los poderosos, que una comunidad no se podía sencillamente poner en linderos físicos.
Observamos, nosotros, los seglares cristianos del Espaillat, inicialmente con cierto escepticismo . Los nuevos curas que venían vivían una vida simple y austera. Comenzaron a atender a los católicos del Espaillat desde la Iglesia de Santa Ana de Gualey, donde vivían. Más tarde ellos alquilaban la casa número 24 en el callejón 8, cercano a la Albert Thomas. Desde ahí promovieron pequeñas comunidades de fieles-creyentes para vivir la fe como un compromiso con los demás. En los pequeños grupos los hermanos nos conocíamos los unos a los otros. Compartíamos penas y alegrías, celebramos la fe y la hermandad en sencillas liturgias de la Palabra y luego en misas ; se estudiaba la Biblia, se reflexionaba sobre los acontecimientos barriales, locales, nacionales e internacionales a partir de lo que entendimos del Evangelio. “Un mandamiento nuevo nos da el Señor” cantábamos . Los hermanos aprendimos a organizarnos para solucionar problemas reales de nuestras familias, de vecindarios, de pobreza y el desempleo. Facilitamos microempresas, prestamos no usureros, cooperativas, compras unidas. Reconstruimos ranchos caídos, recolectamos dinero ropa y comida para los pobres. Ayudamos a solucionar problemas de agua, de desalojo, de hambre y de salud. Arreglamos calles, construimos aceras bajo acuerdos con el Ayuntamiento. Promovimos las Escuelas Radiofónicas Santa María y muchas personas nos alfabetizamos y nos superamos por esa vía en cursos académicos. Organizamos actividades para recabar fondos para apoyar las iniciativas sociales y religiosas de la comunidad y eventualmente para conseguir un local propio. Adquirimos “una mejora” ubicada en la calle Interior H entre la Albert Thomas y la 8… Las reuniones y la catequesis al igual que la misa, que antes hacíamos en casa de familia , ahora las hacíamos entre setos de madera de una vieja casa. Una casa propia, de la comunidad. Más tarde después de poner la primera piedra el 17 de noviembre de 1974 haciamos todo en medio de bloques, arena y gravilla mientras que poco a poco disponíamos de fondos para levantarla “casa de la comunidad” de varillas y bloques las columnas, paredes y techo de concreto.



A partir del comienzo de esta década iniciaron o se intensificaron también en el Ensanche Espaillat los movimientos como Cursillo de la Cristiandad, el Movimiento Carismático y el movimiento neo-catecumenal.
En este mismo decenio, la renovación de la vida religiosa, produjo cambios en muchas congregaciones de monjas. Varias de ellas habían cuestionado su aporte a la sociedad . No era tan evidente que la mejor educación en colegios debía de ser exclusive derecho de los hijos de la clase pudiente. Correspondiendo a esa inquietud ciertos colegios ya habían fundado dependencias o extensiones en barrios pobres, expresando su compromiso con personas más necesitadas, marginadas y en desventaja. El Colegio La Salle había fundada una “sucursal” en el vecino barrio del Simon Bolívar, el Colegio Santo Domingo tenía una extensión en Las Cañitas, de Gualey. Luego, algunas comunidades de monjas autorizaron algunas de sus miembros a establecerse en comunidades pequeñas en barrios, dejando el aislamiento en sus conventos y colegios y acercándose más al pueblo creyente, de manera humilde y sencilla.


En fin, los hermanos de la comunidad del Espaillat, tímidamente comenzada, crecimos en fe y firmeza del Espiritu y recibimos apoyo de cada vez más personas reconocidas. Nuestros guías y asesores fueron equipos cada vez más numerosos de religiosos, religiosas y seglares comprometidos de otras partes que se identificaron con esta línea de trabajo pastoral. Junto con otras comunidades vecinas organizamos campañas para evitar accidentes en la “17” (la llamada “avenida de la muerte”) y para evitar desalojos injustos. Varios jóvenes y adultos pertenecíamos a comités de trabajo con hermanos de otros barrios. Comité de publicaciones de una revista mensual llamado “Encuentro”, liturgia, salud y de convivencias. En otras palabras, las iniciativas parroquiales del Espaillat, Guachupita, Los Guandules, recibieron luego apoyo de Gualey, Simon Bolivar, Herrera y Villa Mella. Vivíamos experiencias de una Iglesia diferente. Las convivencias con hermanos de otras “parroquias” fueron inagotables fuentes de formación cristiana, alegría, nueva hermandad y solidaridad.

Sin embargo, la Iglesia, en medio de este movimiento renovador, se dividía gradualmente en dos tendencias o polos: una tendencia para mantener el viejo formato y otra para empujar hacia una fundamental revisión, pregonada por Juan XXIII.

Al suceder todo esto en tiempos de un mayor desarrollo de los medios de comunicación en todo el continente Latinoamericano se iba dando una avalancha de intercambios de información y de solidaridad. La semilla de la renovación había caído en suelo fértil en varios países de América Latina. Brasil, Argentina, Nicaragua, Salvador…Las “comunidades de base” de los grandes países del continente se hicieron famosas e irradiaban creatividad y energía hacia países más pequeños. Compartimos los logros y sufrimientos de algunas comunidades eclesiales que vibraban en todo el continente. La solidaridad con comunidades perseguidas y sufridas de otros países fue una nueva dimensión del amor fraternal que vivíamos en estas comunidades. Sin embargo cuando por la terquedad de la clase dominante comenzaron a caer victimas en las mismas filas de la iglesia se incrementó la polarización y con ello la solidaridad entre comunidades. Hubo quienes nos abandonaron, hubo quienes se fueron del país para servir a comunidades más comprometidas en otros países de América Latina y hubo quienes retrocedieron a sus viejas seguridades religiosas y devociones. La solidaridad internacional dentro del ala progresista de la Iglesia Dominicana molestaba mucho a los servicios secretos del gobierno y fue, durante casi toda la década, “el clavito en el zapato” de las autoridades.


Poco a poco fuimos entendiendo por qué los gobiernos y ciertos grupos de intereses en la sociedad se oponían a estas innovaciones y movilizaciones populares tanto en el campo como en la ciudad. Entendíamos que querían acabar con esto como Balaguer quiso acabar con los sindicatos. La renovación de la vivencia de la fe requería un cambio en el manejo tradicional del poder. Al ver en el comportamiento de las comunidades únicamente la denuncia de lo injusto decidieron reprimirlas. Los organismos del “orden público” eliminaron sutil o vulgarmente las cabecillas de los movimientos renovadores. Los poderosos comenzaron a hacerle la vida difícil a los “curas progresistas” que –según ellos- sembraban la semilla “del comunismo”. Procedieron a la expulsión y deportación de religiosos del país. Los que leíamos la prensa y participamos en las comunidades nos dimos cuenta de una especie de persecución, difamación y sutil represión a nuestras comunidades y a otras iniciativas de anuncio y denuncia. ¿No fue en 1973 que mataron a Gregorio Castro – Goyito? ¿Mamá Tingo, no fue asesinada en 1974? Y ¿Orlando Martinez en 1975?…Y cuando recordabamos a esos héroes como víctimas de las injusticias y represión o como ejemplos de resistencia a la represión, nos acusaban de venerar a aquellos “comunistas” como los “santos de la Iglesia Popular”. Los llamados teólogos de la Liberación fueron perseguidos por los gobernantes en sus paises, por las clases opulentas, hasta fueron cuestionados y reprochados por las mismas autoridades de la Iglesia. Todos los movimientos de cristianos comprometidos, de religiosos y curas “que se solidarizaban” con las comunidades cristianos de nueva inspiración levantaron la sospecha. Fueron discreta o abiertamente vigiladas en todos sus movimientos, actividades y relaciones internacionales. La suprema victima de la lucha entre una iglesia nueva humilde y pobre y la iglesia vieja y poderosa fue el Arzobispo Monseñor Arnulfo Romero de El Salvador quien, aislado por sus propios hermanos en el Episcopado fue vilmente asesinado por militares mientras celebraba la eucaristía (en 1980). La inauguración y bendición de la Casa de la Comunidad con el nombre de Santo Tomás Apóstol tuvo lugar en una misa solemne con del Obispo Monseñor
Priamo Tejeda (Julio 3, 1980).


Unos más que otros pero en el Ensanche Espaillat fuimos parte y testigos de estos desafíos y de estas tensiones de la iglesia católica. La renovación, la crisis, la polarización y luego la reconciliación en formas predominantemente tradicionales de vivir la fe. Una turbulencia de reformas y una calma posterior… De estas múltiples experiencias nació una organización que todavía hoy día defiende los derechos de los moradores de los barrios de la parte alta de la ciudad, llamado COPADEBA que tiene su domicilio social en el Espaillat.
A pesar de que hoy día quedamos pocas personas que recuerdan bien esos años nos alegramos haberlos vivido intentando de ser “cristianos comprometidos” con la fe y con el prójimo. Fueron experiencias hermosas. Sabemos, además que sin esa historia política y religiosa, el Espaillat y muchos de sus moradores no serían lo que somos hoy en la sociedad dominicana…treinta (30) años más tarde.






©® Leo Theuwissen /AVE

domingo, 13 de junio de 2010

Saludo desde Miami

Hola, Amigos y Amigas; Vecinos y Vecinas y Locos y Locas. Esta que ven ahora con este "Tumbao" es nada mas y nada menos que Edita Phillips, Macorisana con ciudadania del Ensanche Espaillat.
Me gusta mucho lo que estan haciendo por mi barrio de adopcion y estaré por alla junto a Juancito Aguinaldo, Rafael (chichi) Lopez y Rafaela (sangre azul) Rodriguez Lantigua en la proxima fiesta del dia Primero de Enero del año 2011. Sigan ahi muchachos y palante.

jueves, 10 de junio de 2010

La Politica puede mas que el amor.


1.- Joaquín Balaguer, de joven. 2.-Gracita Castro Mejía, la novia de Balaguer. 3.-Cuando Gracita participó en el reinado de Lina Lovatón. 4.- Gracita en 1959. 5.- El hijo de doña Gracita, Víctor Joaquín, quien reveló el romance de Balaguer y su madre: “Mamá fue su única prometida”.




“La novia de Balaguer”
por Ángela Peña


Gracita de Castro Mejía. Fue la única mujer que pudo exhibir un anillo en su dedo como compromiso de amor del ex mandatario, contó su hijo

La única novia que tuvo Joaquín Balaguer, comprometido para casarse, y de la cual pidió a sus padres la mano como era la usanza a medios de los años 30 del siglo pasado, fue, según un testimonio, Gracita de Castro Mejía, la joven que apareció ilustrando el reportaje de Areíto sobre la biblioteca que el ex mandatario donó a la Universidad Pedro Henríquez Ureña.

La foto estaba guardada en uno de los libros del líder y fue inmediatamente reconocida por contemporáneos de la culta y agraciada dama quienes llamaron a su hijo Víctor Joaquín.El primogénito de la hermosa mujer que fue una de las princesas en el afamado reinado de Lina Lovatón, amante de Trujillo, se sintió mal y bien, declaró, debido a que en el retrato no figura identificada su madre y porque no quisiera que la confundieran con una de las amantes que se atribuyen al caudillo, ya que Gracita "era el amor de su vida", con la que tuvo compromiso matrimonial.

"Que yo sepa, después de mamá Balaguer no tuvo otra novia", afirmó.
Gracita era hija de Víctor Manuel de Castro, escritor, historiador, periodista, diplomático, y de Margarita Mejía Abreu, hija de Juan Tomás Mejía y Cotes.

Nació el 27 de julio de 1912 en Puerto Rico, porque su padre era entonces agregado económico en la cercana Isla. Pero regresó a Santo Domingo en 1913.

Aunque vivieron en la calle Uruguay, cerca del Palacio Nacional, Gracita residía en la Hostos, de la Zona Colonial, cuando Joaquín Balaguer la visitaba luego de declararle su amor. "Mamá tenía la mejor impresión de Balaguer, para ella era un dios: bueno, cariñoso".

Fueron novios

Pero luego del reinado de Lina, las relaciones personales se interrumpieron porque la primera dama María Martínez, celosa de Lina, prima de Gracita por los Lovatón (el papá de Lina era sobrino de Juan Tomás Mejía y Cotes) hizo que sacaran al galán de la República. Lo designaron embajador en Colombia. Desde esa nación le escribía cartas contándole de su trabajo, confesándole que la extrañaba, le enviaba regalos y hablaba de bodas.

Sin embargo, ya la prometida de Balaguer había llegado a los treinta años y quería formar un hogar como aconsejaban las normas del medio en que se desenvolvía y "Balaguer no se decidía a casarse porque sus metas no fueron nunca las de tener familia", comenta Víctor Joaquín.
Cuenta que conoció una hija del líder reformista a la que éste le mandaba mesada con uno de sus ayudantes, pero nunca la reconoció.

Ser madre soltera no era la aspiración de Gracita por lo que escribió al embajador diciéndole: "Ya no te puedo esperar más".

Tomó el anillo, obsequios, fotos y la tierna correspondencia, viajó a Santiago y entregó a los padres de Joaquín recuerdos y ataduras de ese noviazgo de años que la distancia o el poco interés del doncel habían enfriado.

Gracita era pretendida por Joaquín Amaury Garrido Montes de Oca (Santico) y antes de darle el sí creyó prudente romper con el novio ausente.

Al poco tiempo casaron y el matrimonio procreó tres hijos, la primera murió después de nacida, luego vinieron Víctor Joaquín y Camelia. Pero esta pareja se divorció en 1947 y Gracita reanudó relaciones amistosas con "Elito", como ella le llamaba.

Siendo él secretario de Educación consiguió becas a Víctor Joaquín, y a Camelia la mandó a Borinquen a hacer maestría en Microbiología. Luego lo visitaba en Palacio como Presidente constitucional y Víctor Joaquín recuerda que ella una vez le dijo: "Ay, Elito, estoy más sorda cada día, y él le replicó que era lo mejor que le podía pasar pues así no oía todas las cosas que se decían".

Su última visita al ex jefe de Estado fue en 1968. Gracita murió el 14 de junio de 1977, pero guardó algunas misivas de las que le escribía Balaguer.

"Dejó una nota diciendo que hasta que la tía Margot (su hermana) no muriera no dispusieran de esas cartas, pero mi tía temía que por mis ideas políticas yo hiciera mal uso de esa correspondencia" y la entregó a Camelia, residente en San Juan, refiere Víctor Joaquín.

El ingeniero agrónomo zootecnista había sido becado por Raúl Leoni, "venía de Venezuela, saboreé la democracia de la época y cuando llegué encontré una pequeña dictadura", explica el profesional quien trabajó un tiempo en el Central Romana y durante 20 años en el Banco Central.
Balaguer en la familia

De Gracita conserva el hijo fotos, álbumes, y un amarillento periódico con una caricatura de Balaguer de 1947, cuando ya era divorciada.

Guarda con devoción el autógrafo que inició en 1935 y en el que le escribieron connotados intelectuales y distinguidas mujeres de la época, como Juan Bosch, Abigail Mejía de Fernández, Félix Evaristo Mejía, María Martínez de Trujillo, Enrique Aguiar, R. Paino Pichardo, Moisés García Mella, María Grever, Manuel del Cabral, Max Henríquez Ureña, Frank Félix Miranda, Tomás Hernández Franco, Gilberto Sánchez Lustrino, Osvaldo Bazil, entre otros.

Aunque con discreción, Balaguer siempre era mencionado en la familia. Víctor Joaquín cuenta que su papá siempre repetía que le quitó dos novias a Balaguer, su mamá y otra que tenía en la calle 30 de Marzo y por la que "Santico" dio una carrera por la parte trasera de la casa cuando se presentó el pretendiente.

-¿Y ese nombre suyo, se lo pusieron por Balaguer?- se le pregunta. El hijo de Gracita sonríe con malicia y contesta: "Eso lo pensó hasta mi papá, pero es por mi abuelo paterno, hacendado de San Juan de la Maguana". Manifiesta que muchos amigos que sabían de la relación de su madre con "el doctor" le jugaban bromas diciéndole que era por el ex gobernante "y como yo era antibalaguerista, eso me irritaba".

En síntesis

Una foto y un testimonio

Estaba ella como una gran desconocida la semana pasada en el reportaje sobre la biblioteca donada por el Doctor Joaquín Balaguer a la Universidad Pedro Henríquez Ureña. Sin embargo, esta semana tiene un nombre: Gracita de Castro Mejía, y una historia. Fue una mujer que Joaquín Balaguer amó. Una a la que pidió la mano para matrimoniarse.



Fuente: Ángela Peña/www.hoy.com.do