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miércoles, 11 de marzo de 2009

El Espaillat Recuerda a Hector J. Diaz

Entre bohemias y poesía
la vida de Héctor José de Regla Díaz

Por RAFAEL E. CAAMAñO C. / Barrigaverde.net

Héctor J. Díaz como cariñosamente les llamaban sus contemporáneos y amantes de la bohemia sana, nació en la culta y pintoresca ciudad de Azua de Compostela el 21 de Enero del año 1910.
Locutor, escritor, declamador, trovador y poeta. Estrella que brillo con luz propia en el difícil y escabroso sendero del arte en la República Dominicana.
Desde su infancia en Azua, sus compueblanos oían con deleite, esa oratoria fácil y brillante que brotaba a raudales cual si fuera el Dios Apolo inspirado en el Olimpo.
Aún recuerdan los azuanos octogenarios, a este singular decidor de versos enseñoreado en las ventanas de beldades de su tierra, en la compañía de insignes trovadores hijos de Compostela, entre los cuales puedo citar al inolvidable Armando Pérez Hardy, al que tuve honor de conocer y tratar, al casarse con mi pariente Iluminada Caamaño con quien procreó una hermosa y ejemplar familia.
Héctor J. Díaz durante años, ha sido subestimado por quienes a base de falacias transforman los medios periodísticos, no en las fuentes para obtener informaciones fidedignas y enriquecedoras, sino en vulgares páginas alienantes al servicio de espurios intereses.
El bardo azuano con toda su grandeza, no figura en esas antologías contaminadas ex profeso por manejadores de opinión pública en los asuntos literarios y poéticos.
Apóstatas carentes de principios, claudicantes de vergüenzas que se postran cual lacayos, bajo el manto putrefacto de esa burguesía que reniega aceptar que Héctor J. Díaz no fue poeta por voluntad de las élites, ni se arrastró pedigüeño en busca de limosna. Fue poeta por elección y voluntad de un pueblo identificado con esa elocuencia viril, con ese arte genuino que generoso regaba por doquier, memorizando sus poemas y cantando sus canciones.

Entre tu amor y mi amor

Clavó sus garras el orgullo

Pues como la hierba mala

Se sembró en mi corazón.


Por eso voy presintiendo

Y con penas voy llorando

Algo en mí se va muriendo

Algo en ti se está acabando.



No se hasta cuando seguiré queriendo

Ni con que fin te seguiré adorando,

Si vive el corazón adolorido

Y el alma de penal languideciendo.


Te he querido olvidar y no he podido

De nada vale mi valor de hombre

Pues hasta en el más mínimo latido,

Siempre pronuncia el corazón, tu nombre.


Por encima de las mezquindades de la llamada aristocracia, las figuras de más renombre en el parnaso nacional fueron pródigas al emitir sus consideraciones sobre este genial sureño, romántico y bohemio.
Para Don Héctor Inchaustegui y Cabral, “Fue un poeta fuerte y perdurable, que en parte tenia tinturas de poesía negroide y un ritmo inmejorable, donde prevalecía un estilo limpio, repletos de imágenes claras y llenas de vida”.
Don Franklin Mieses Burgo decía de él lo siguiente “Poseía una personalidad única e inconfundible. La de no imitar a nadie. Razón por la cual, en su verso ágil y sonoro, jamás podremos encontrar el grillete mohoso del esclavo, ni mucho menos la humillante librea de un lacayismo bochornoso. El era él en él mismo.
Por su parte Don Juan Lockward el impertérrito Mago de la Media Voz, se pronunciaba de esta forma “Fue antes que nada poeta. Espontáneo, natural y de fácil estro; jovial e ingenioso a quien recuerdo siempre como ente inolvidable y un amigo insustituible”.
El Periodista Miguel Ángel Peguero Hijo, fue la excepción al hablar “Héctor J. Díaz, fue el último juglar dominicano, un juglar que arropó de amargura sus últimas canciones. Es de entonces que su verso, sencillo o desconsolado, apasionado o candoroso, irónico o tierno, deja escapar sin quererlo un acre aroma fúnebre, como esas rosas solitarias abiertas junto a una tumba”.
Como productor de radio, hizo lo mejor de su época: Recordar es vivir. Serenata Moderna. Cartas a la Posteridad. Canción de la vida Diaria. Tradiciones, leyendas y supersticiones Dominicanas, entre otros, que son ejemplos fehacientes del talento y originalidad de este artista.
Sus composiciones musicales representan la expresión genuina de su alma candorosa y bohemia, basta citar unas cuantas: Tu Nombre. Dolores. Oh Paris, esta última un Bolero lamento, que pone de manifiesto cual polifacético era el poeta, al inspirarse en forma sublime en la invasión Alemana a Francia, perpetrada en el año 1940 durante la Segunda Guerra Mundial.


Oh París la de las cien catedrales

La de los Arcos triunfales, la de las flores de liz,

Oh París, la de Marqueses galantes,

De espadas, flores y guantes, Pompadour y Dubarry.


Hoy cruzan pasos extraños la rue la pail

Y profanan sus santuarios de Nostradams,

Y tiemblan los sacros manes de Perelachels,

Pues no se cumplió la frase, no pasarán,

Oh París, quien dijera tú sino París.


La bota teutona cruza Le Montt Parnase

Y ya de los brounenatte, todo es tristeza,

París de las tantas glorias, siempre tenaz,

Se escucha ya agonizante la Marsellesa,

Oh París, quien dijera tú sino París.


Hoy manchan de lodo impuro tu boulevard,

Se burlan los invasores de tu Trianón,

París de las tantas glorias, siempre triunfal,

Hoy palpita en su sepulcro Napoleón,

Oh París, quien dijera tú sino París.



Como hombre de pueblo, fue el creador de algunos Merengues e incluso, escribió las letras de esa joya musical denominado “El Negrito del Batey”. Son de su autoría, “El Mal Pelao”, “La Muerte de Martín“, entre otros.

Publicó los siguientes libros: Lirios Negros, en el año 1934; Flores y Lágrimas en 1935; Ritmos Íntimos, en 1936; Plenitud en 1943 y Versos para una sola Noche, en 1946, donde aparece el que habría de consagrarlo para toda la vida.



LO QUE QUIERO

Que nadie me conozca y que nadie me quiera

Que nadie se preocupe de mi triste destino

Quiero ser incansable y eterno peregrino

Que camina sin rumbo por que nadie le espera.


Caminar rumbo adentro, solo con mis dolores,

Nómada, sin amigos, sin hogar y sin anhelos,

Que mi techo sea el cielo,

Y mi lecho las hojas de algún árbol sin flores.


Que no sepan mi vida

Ni yo sepa la ajena

Que ignore todo el mundo

Si soy triste o dichoso.


Quiero ser una lágrima

En un mar tempestuoso

O un granito de arena

En inmenso desierto.



Cuando ya tenga polvo de todos los caminos,

Cuando ya este cansado de luchar con mi suerte,

Me lanzare en la noche sin luna de la muerte

De donde no regresan jamás los peregrinos.


Y morir una tarde,

Cuando el sol triste alumbre

Ascendiendo hasta el cielo

O descendiendo una cumbre.


Que mis restos ya polvo los disipen los vientos,

Para que cuando ella sienta remordimiento

No se encuentre mi tumba,

Ni me pueda rezar.


Parte de su vida, la dedicó a la ingente tarea de impulsar la presentación de artistas en el interior del país, en una nueva faceta de su profunda sensibilidad.


Valiente y osado, amigo sincero a carta cabal. Decía lo que pensaba de frente, no sabía fingir ni mentir. Era cual fenómeno en una sociedad veleidosa.


Falleció en la Ciudad de New York el 30 de Julio del 1950. Sus restos mortales descansan en el Panteón de los artistas en el Cementerio de la Avenida Máximo Gómez de la ciudad capital.


El amigo de siempre, compañero en orgiásticas serenatas; el Locutor Alfonso Martínez, realizó la recopilación de sus mejores poesías y las publicó como homenaje póstumo.
Otro entrañable amigo, el músico y compositor Luís Kalaf, escribió esta emotiva y hermosa canción titulada



PLEGARIA AL POETA HÈCTOR J. DÌAZ


Fuiste la estrella del sur

Que iluminaste mi signo,

Alumbraste con tu luz

A través de la distancia.


Olvidarte no podré

Por que vives entre nosotros,

Con tus canciones y poesías

En las noches bohemias.


Fuiste el poeta intranquilo

Del licor y la guitarra,

Por un amor tú viviste,

Por ese amor te perdiste.


Nunca se olvida Héctor Díaz,

Tu poema Lo que Quiero,

Y aquel cantar, en tu lugar

Todo te hizo inmortal.


No es posible finalizar este artículo, sin hacerme eco del sentir de las grandes mayorías; de esos dominicanos de almas sensibles y gran corazón

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